Martín Lutero el monje que cambió el mundo

En 1510, Lutero fue enviado a Roma en una misión de la orden de los Agustinos. Este viaje acabaría siendo fundamental en su vida. En aquel momento la Curia pasaba por dificultades financieras provocadas por la costosa construcción de la Basílica de San Pedro. Para conseguir dinero, los líderes eclesiásticos introdujeron la venta de indulgencias. El perdón de los pecados se podría lograr de dos formas: o bien obrando de forma correcta, o bien pagando a la Iglesia.
El precio del perdón se fijaba de acuerdo a los ingresos, e incluso los que habían muerto podían ser rescatados de las llamas del infierno si sus parientes pagaban unas pocas monedas.
En 1512, Lutero obtuvo su doctorado en teología y se convirtió en profesor de la Universidad de Wittenberg. En aquella época ya era muy respetado por sus colegas y superiores. A pesar de ello, se seguía preguntando qué hacer para lograr la aceptación de Dios. Ningún ritual o norma de la Iglesia fue capaz de contestar a esa cuestión.
Continuó leyendo fervientemente la Biblia y se sintió especialmente atraído por la carta del apóstol Pablo a la joven iglesia romana, en la que justificaba la sangre de Jesucristo. El teólogo entendió gradualmente lo que acabaría siendo el núcleo de la Reforma: Dios no es sólo un juez justo, sino también un padre que ama a las personas que él mismo creó y que envió a su hijo a vencer al pecado, que es lo separa a los hombres de Dios.
Leyendo la Biblia, Lutero descubrió que cualquiera que crea en Dios y su hijo Jesucristo recibe el don gratuito de la justificación ante el Todopoderoso. El monje por fin había encontrado la respuesta a su pregunta. La soalvación se alcanza por gracia divina y solo a través de la fe.


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